La educación sexual salva vidas. Rompe cadenas de oscurantismo. Abre puertas al conocimiento, al placer. Promueve el respeto a las diferentes formar de amar y de expresar el género. No hay dudas. La educación sexual no es un privilegio, es un derecho que a todos corresponde. El no hacerlo, propicia violencia y nos encierra en el círculo vicioso del prejuicio y la intolerancia.
¿Cuántas veces hemos escuchado que los niños son el reflejo de lo que sucede en su casa? ¿En cuántas ocasiones hemos sabido de menores que molestan a sus compañeros sólo porque dibujan con el color rosa y eso los “convierte” en niñas? ¿De cuántos casos de bullying tenemos conocimiento contra las niñas que juegan fútbol? ¿A cuántas niñas se les enseña que tienen vagina y cuántos niños que tienen pene?
El tema pareciera trivial, pero no lo es. Durante décadas hemos temido al pecado de descubrir el placer que aguarda nuestro cuerpo. Hemos enclaustrado nuestra sexualidad en pos de la “moral y las buenas costumbres”. Y con vehemencia hemos prohibido el erotismo, la autoexploración y la libertad de ejercer con plena conciencia nuestro sexo.
Tenerle miedo a la sexualidad nos ha conducido a marchar “por la familia natural” y en contra del matrimonio igualitario. La ignorancia sobre el ser humano ha sido “caldo de cultivo” para creer que la homosexualidad o el lesbianismo son conductas anormales. La falta de educación en el tema ha sido causal de abusos sexuales contra menores y violaciones de derechos humanos que pasan desapercibidos porque no sabemos siquiera que existen.
Es fundamental hablar de la sexualidad como condición inherente a la naturaleza humana. Debemos tratar el tema sin rubor en las mejillas ni sudor en las manos. Los menores deben aprender desde nivel básico de género, sexo, sexualidad. Los adultos tenemos que enseñarles que no hay nada malo en su cuerpo o en ser gay, lesbiana o trans. La ciencia debe imperar en las aulas. No los catecismos ni los golpes de pecho.
Es menester fomentar en nuestros hijos, sobrinas, conocidos, nietas, información sobre la reproducción humana, las orientaciones sexuales, la salud sexual, la prevención de embarazos, el cuidado de su cuerpo, el uso de preservativos, el catálogo de derechos sexuales y reproductivos. Tenemos que hablar sin pelos en la lengua sobre el clítoris, el pene, la menstruación, la masturbación y el coito. Y debemos hacerlo bajo una óptica científica, integral, holística, experimental, multidisciplinaria y transversal.
Por ello, es necesario desmentir el fatuo argumento de algunos sectores conservadores de la sociedad donde afirman que la Secretaría de Educación pública (SEP) enseñará en sus libros de texto gratuito la pedofilia, las posiciones sexuales o la elección de la orientación sexual. Mentira. La orientación sexual no es elección. La satanizada “ideología de género” por la Iglesia católica o el frente absurdo “pro familia” no promueve el travestismo ni defiende el grave delito de abusar de un menor.
La sexualidad con perspectiva de género busca crear conciencia sobre el respeto a la población LGBTTTI. Plantea romper los paradigmas del machismo. Fortalece la responsabilidad y plena conciencia de cada uno sobre su cuerpo. Promueve el respeto y previene embarazos no deseados, homofobia, abortos clandestinos o abusos sexuales.
Pensemos en el número de adolescentes que se embarazan en edad prematura; en las mujeres que son violadas, golpeadas o abandonadas por sus parejas; en los niños que sufren bullying homofóbico; en las personas que se contagian de VIH por no usar condón. Entonces si sabemos de estos casos y más, ¿seguimos pensando que la educación sexual que tenemos ahora es suficiente? Hablar de la sexualidad no es un tema de moda. Es un derecho que nos hace conscientes y nos da libertad.
Fuera del Clóset
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